miércoles, 31 de mayo de 2017

Atlas

Esta tarde rancia, entre ligeros rifts
de un bajo y su batería, he conocido
al titán que aún vive en esta era moderna;
al Atlas que en sus brazos lleva
la carga de la tierra, de una tierra
plana como la cabeza del dios
que lo atormenta, plana como
la inclinada superficie sobre la
que desliza sus pies descalzos.
El Atlas de paciencia titánica y
brazos delgados como espaguettis;
con semblante helado y sudor frío
bajo el sofocante sol que acompaña
a su carga, soportaba a su vez
los desmanes de un semidios perfecto,
pero semidios al fin y al cabo, que
a latigazos le rebana, paso a paso,
el frontal de su espinilla.
De las raíces del inframundo aparecían,
de vez en cuando, los brazos de un Hades
disfrazado de Zeus, para zancadillear
las fuertes pisadas de nuestro
amargo
             como amargado
héroe.
Al terminar la canción, estaba yo
a punto, a puntito, de oír
cómo desde el Olimpo repicaban campanas
a la postre de un pueblo ajeno a las
agujetas que sustentan sus quehaceres;
pero ha aparecido mi jefe y me ha dado
un coscorrón por quedarme atontado
frente al espejo.

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