lunes, 3 de octubre de 2016

Dentadura postiza

Hubo un largo otoño largo
bailando entre cordeles de acero
de un hilo dental oxidado,
y fue el largo otoño
más largo jamás vivido.
Sus púas hablaban del viento
viajando del norte y
trayendo consigo viento
y solo viento en sus alforjas.
Hubo un papel mojado
en la esquina de cualquier iglesia
anunciando entre esqueletos
la lluvia empecinada de sus letras.
A sus hojas rasgadas de horas
las mecía una loba
de postizo pelo y
postiza su dentadura.
No había playa seca en ese otoño,
pues caían colmillos en la arbolada
si aúllaba el gallo cuando el mes pasaba
y el largo otoño largo seguía.
Hubo un otoño largo
de nubes tardías con prisas
de conejo carcelero.
Sus látigos de tierra verde cantaban prestos
a mi garganta las ínfulas rojizas
de una triste melodía,
y danzaban perros en el tejado
con erizos de pelo lacio.
Hubo al amanecer un alboroto de cielo roto
y roto el cielo cayó por la escotilla el sol
a preguntarme por la lluvia.
Hubo un largo otoño largo
-le dije-
donde no brotaba agua si no era sobre el techo.
Pero sigue lloviendo allá en tu casa
-contestó-
Sí, es cierto.
Pero vuelven mis dientes ahora,
al menos,
a recobrar su claridad.

(A mi madre, feliz mediavida -con unos días de atraso-).

No hay comentarios:

Publicar un comentario