lunes, 29 de diciembre de 2014

Nochevieja

Tán.

Entra el primer verso
lúcido beso
de amantes traviesos.

Tán.

Sonríen los ojos
al ton y son
de nuestra ilusión.

Tán.

Una embestida brutal
de amor y sangre
de pasión carnal.

Tán.

Se frunce mi ceño
buscando tus labios
para un cuarto beso.

Tán.

Empieza a sudar
tu cuerpo sobre el mío
mi nuca en el respaldar.

Tán.

Vamos apenas por la mitad,
y te he escuchado ya
empezar a gritar.

Tán.

Un mordisco latente
la impaciencia en tus ojos
y ya vamos por siete.

Tán.

Los movimientos certeros
de abrazo fuerte y
uñas agarrando cabello.

Tán.

Otro aullido en la noche,
la de los santos finales,
restalla en el coche.

Tán.

No queda hueco ni lugar
en tu cuerpo y en el mío
que no hayamos mordido ya.

Tán.

Entrecortada la respiración,
lanzando gemidos al cielo
extasiados los dos.

Tán.

Han tocado las doce,
y la gente salta de alegría,
mientras nosotros disfrutamos del goce.

"Feliz año. Tenías razón,
no hacían falta uvas
para empezar el año mejor. "

lunes, 22 de diciembre de 2014

Guerra fría

El segundo bombardeo de la ciudad
llegó con los albores de la navidad.

Un segundo retumbar de cielo
cargado de verdades
y mentiras de altos vuelos.

Los escaparates cargados de luz,
de esperanza ilusoria,
nos embelesaron la mirada
y ocultaron la derrota.

No hubo fuego ni lucha,
es cierto,
y la calma tras la tempestad
no se pareció en nada
a la guerra que acaba en paz.

Ahora,
con el frío de los vientos
y el calor adentro,
nos recuerda el invierno
que nada
está del todo destruido.

Nos recuerda
que todo,
aún,
se puede destruir más.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Frío

Ha llegado un rayo de sol a mi cara
y ha sonreído con la debilidad
del que muere por una causa justa.

Se ha dado una vuelta por los labios agrietados
iluminando por un instante
el bocado que los nervios me dieron el martes.

Ha subido después a la nariz,
enrojecido icono del invierno latente,
para hacer escala antes de llegar más arriba.

Pero no.

No ha llegado a los ojos.
No lo he visto expirar su última luz.

Ni bizqueando la mirada
he logrado visualizar su caída
en mi puente nasal.

Frío.

Venía él trayéndome calor,
un respiro al gélido viento de las calles blancas,
un descanso al chaquetón,
mas sólo consiguió un escalofrío en mi espalda.

Frío.

En las ventanas empañadas por dentro,
en los cuerpos de tela recubiertos,
en el morado azulado de mis dedos.

Todo tan ventisca
y yo tan infierno apagado.

Frío y más frío.

Un rayo de sol vino a mi cara
sin saber que llegaba por dentro
y no por fuera.

Un rayo de sol tardío
que en un diciembre de aviones plateados
busca el alma del que solo vuela
y solo encuentra nubes y vientos
de un amanecer ya escarchado.

Pobre lágrima de esperanza desechada,
que en lo oscuro de mi interior muere
cual suspiro de vaho
que al exterior exhalo.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Objetivos subjetivos

Escribí un día cualquiera que no recuerdo
una frase grandilocuente de falso contenido:
la objetividad convenciendo a la subjetividad.

Mantuve charlas de sobremesa y entrecervezas,
debates sobre el arte y el tiempo
por las calles de Edimburgo,
sobre su existencia o no, por efímera que sea;
discusiones conmigo mismo incluso.

Todo eso, y no era capaz de verlo claro,
la objetividad convenciendo a la subjetividad...
no, algo no cuadra,
maldita frase grandilocuente de ambiguas formas,
maldito significado esquivo.

Hasta que apareció,
fulminante rayo de inminente inspiración,
gritándome que no,
que me equivocaba.

Jamás lo objetivo convencerá a lo subjetivo, estúpido
el conocimiento tal vez, no te lo niego,
mas no lo subjetivo será jamás convencido,
sino convincente.
Escucha:
La subjetividad convenciendo a la objetividad.
Dándole razones,
explicaciones
para ser y existir a su antojo.


Eso es, así sí.
Dime si no, cómo puede justificarse una ley que nos reprima,
una ley que nos calle y nos asfixie,
una ley que nos postre de nuevo bajo el yugo del poder,
dime si no, cómo puede justificarse, en definitiva, una ley mordaza.