lunes, 30 de julio de 2012

Bon voyage


Prueba a entrar en tu mente y saltar.
Destrozar ese desorden y volverlo a desordenar.
Dale rienda suelta a tu finita imaginación.
Piensa en algo infinito y siente la desolación.
Que nadie te endulce ese amargo momento.
No hay nada más íntimo como perderte entre los muros de tu propio conocimiento.
¿Qué conoces y qué desconoces?
¿Qué o a quién quieres conocer?
Imagina un número jamás escrito y ponle nombre. Imposible, ¿verdad?
Intenta entonces juzgarte a ti mismo. Alomejor me sorprendes, o te sorprendas tú quizás.
Yo no paro de hacerlo.
Juzgarme digo.
La sorpresa me la llevo sólo cuando la resolución es positiva.
Esa es mi condena por tanto juicio perdido.

Ahora cierra los ojos, aguanta la respiración y déjale guiar al pensa(r)miento.
Parece ser que le han puesto alas al reloj.
Minutos y segundos que se entrelazan en confusos movimientos de despiste y agujas batiendo récords de vuelta rápida.
Los días se cuentan de siete en siete, fines de semana incluídos, en lugar de hacerme esperar veinticuatro horas para tachar otro número del calendario.
Es una caída libre a través del tiempo. Un salto vertiginoso. El viento corta en la cara y las figuras de alrededor se muestran difusas.
Y me asusta. Yo, que me gusta saborear el instante, siento miedo. Yo, que disfruto con vivir el momento, me resigno a respirar el leve aroma a velocidad que dejan.

Y aún así, qué lejos otea en el horizonte el día en que pueda saborear tu presencia.

lunes, 23 de julio de 2012

No abras los ojos.

Tiene razón respecto a que hay mucho en juego. La energía sexual en general tiene un poder tremendo, no hay nada que tenga tanto poder para concentrar la atención en uno mismo, para convertirse en la única realidad, para torcer el juicio, para eliminar el dolor y la percepción del riesgo. El poder de hacer que todas las demás decisiones sean irrelevantes. No hay fuerza en la Tierra que se acerque a la energía sexual en su poder de cegar e impulsar al individuo. Cuando esta energía interior de una persona se concentra en un objeto inapropiado (sobre todo, en otra persona con fuerza y conocimiento inferiores), el potencial de daño es verdaderamente infinito. Porque en la intensidad de su poder y excitación primitiva, la capacidad de retorcer la realidad de la conducta sexual inapropiada puede ser tan contagiosa como la mordedura de un vampiro. En la persecución del poder mágico del abusador, el abusado puede convertirse a su vez en abusador. Hay raíces evolutivas, neurológicas y psicológicas en la fuerza abrumadora del impulso sexual. Se pueden analizar, describir y representar gráficamente sus desviaciones en canales destructivos. Pero alterar esas desviaciones es algo muy distinto. Comprender la génesis de un maremoto es una cosa; cambiar su dirección es otra.


Extraído de "No abra los ojos" de John Verdon.

martes, 17 de julio de 2012

Método empírico: primer error



Al mal tiempo buena cara, pero a las malas caras no hay buen tiempo que valga, no con esta densa niebla en mi horizonte.
Me encuentro espeso, no fluyen los pensamientos ni ideas de ninguna manera ni forma posibles. No sé si mi interior ha aprendido sin avisar un nuevo lenguage en el que comunicarse conmigo o si he sido yo el que ha olvidado el idioma de mis propios sentimientos.
Quisiera poder hablar, expresar lo que me apresa en estas cuatro paredes que me componen, pero al momento de abrir mi boca se enmudece mi voz. Espero que sea una simple ronquera.
Quien me entienda que me compre.
Nada tiene que ver lo revoltoso del levante con este revuelo en mi mente por mucho que me empeñe en así creerlo.
Que a oídos sordos no hay palabra que no sea necia, y que por más intentarlo no vislumbran estos ciegos ojos más allá del momento que quieran.
Pero esta inquietud adentro, pese a no ser entendible, me presta al ¿beneficio? de la duda, y hace que me corroa por dentro lo mismo que un cuerpo inerte lo hace por fuera. Descomponiéndome en mil pedacitos, cada uno más simple y sencillo que el anterior. Y aún así aquí me encuentro, incapaz de darle solución a este problema que me suspende en la apatía.